Mi Camino
No es una historia más, es mi historia
Esta es una historia con la cual se van a identificar miles, o tal vez millones de bateristas.
Difícilmente recordamos ese primer momento en el que oímos, por primera vez, una canción, una rola, una pieza musical, con voz o solo instrumental, porque, seguramente, lo hicimos antes de nacer, al tiempo en el que nuestros padres la escuchaban, nosotros, en el vientre materno, hacíamos lo mismo.
Posteriormente, ya percibíamos la música en varios lugares y espacios; probablemente lo hicimos en innumerables ocasiones durante nuestros primeros dos o tres años de vida, tal vez sin recuerdos, pero si con algunas huellas grabadas en el subconsciente.
Evocando, logro extraer de mi memoria esa primera vez que, conscientemente, escuché alguna pieza musical, no recuerdo la canción, pero recuerdo el instante en el que, por primera vez, mis oídos captaron los sonidos de esa música. Escuché profundamente las vibraciones del bajo, aun sin haber sabido que ese era el nombre del instrumento; quizás tendría cinco años cuando almacené esa experiencia.
En esa etapa de mi vida no sabía nada relativo a la música, de sus sonidos o de sus instrumentos, nadie te lo ha explicado ni se presta para decirte o describirte de donde emanan esos timbres acústicos, como el de la batería, el bajo, la guitarra o los de un piano. Evidentemente logras distinguirlos en sus formas, pero no por su verdadera esencia; también adviertes la presencia de una persona que canta y que después sabes que es el vocalista de la banda.
No recuerdo qué canción era, pero recuerdo, el instante en que por primera vez pude, no solo oír, pero si escuchar la música de una forma completamente distinta a todas las ocasiones anteriores en que esos sonidos, posiblemente, no me significaban demasiado.
En mis recuerdos, sobresale uno de ellos que, remitiéndome a él, logro identificar que mi atención se agrupaba, mayormente, en escuchar con seriedad el ritmo y los sonidos de percusión; aquí debo insistir y mencionar que, aun y cuando a esa edad el conocimiento o trasfondo musical es casi nulo, aquellos retumbos emanados del golpeteo, no dejaban de estimular mi curiosidad por encima de los demás instrumentos. Nada pasa desapercibido en ese ejercicio de concentración, estás consciente de todo, pero fueron esos golpes de percusión en la batería, lo que despertó mi real inquietud e interés, es lo que te hace, de alguna manera, vibrar al agitar el cuerpo, en donde tus pies comienzan a moverse a la par de tus manos, siguiendo ese ritmo de manera totalmente inconsciente.
Más adelante, y de manera consciente, llega tu primera fiesta - seguramente fue en la Ciudad de México -, en donde se presentó algún grupo versátil. Recuerdo, vagamente - tenido posiblemente ocho o nueve años -, haber asistido a una fiesta en provincia, en la que se celebró una boda bajo el auspicio de los testigos de jehová; recuerdo perfectamente que fue un lunes. Me viene a la mente haber visto y escuchado a un baterista tocando música norteña.
Posteriormente, asistí nuevamente al “toquín” de otro grupo versátil que, sin claridad cronológica de estos encuentros musicales en vivo, puedo decir, que, en todas esas ocasiones, lograba avistar a un personaje, el cual, a pesar de encontrarse detrás de todo y de todos, conseguía ser, para mí, el de más realce: el baterista. Lo veías por ahí detrás, tocando con unos palos, te preguntabas y decías: “¿qué es eso?, ¿una persona dando golpes?, pues suena muy bien”. No lo entiendes del todo, no obstante, percibes una energía diferente en relación con el resto de la banda, como un magnetismo, un poderoso imán que concentra todos tus sentidos por encima de todos los demás instrumentos y músicos; salvo que sucediera algo imprevisto o extraordinario, todo tu enfoque, tu mirada fija y atención, se encuentran dirigidos exclusivamente hacia el baterista.
Hoy, a más de treinta años de distancia, y siendo un baterista activo, al presenciar una banda en vivo - y aquí expreso una idea muy personal -, toque bien o toque mal, me fijo en el baterista; es esa persona a quien miro y quien es el generador de todas mis emociones, doy cuenta de todos los detalles, analizo que hace, cómo toca, cómo ejecuta; ya sea que se encuentre tocando covers o interpretando algo propio, incluso soslayando el género musical, el baterista siempre será la persona que se erige por encima de todo el escenario.
Volviendo al tema inicial, después de todo lo comentado, en este punto tu vida ya has determinado que es lo que ha despertado tu interés y, en mi caso, pasó mucho tiempo para que pudiese tomar la decisión de hacer todo eso que tanto me había gustado. Fue en la secundaria, teniendo trece o catorce años, en donde declaré que la batería sería el instrumento musical que deseaba tocar y, en concreto, a lo que me dedicaría desde ese instante y en adelante.
Ya se impartían clases de música en donde te enseñaban a tocar la flauta e incluso canto, pero nada formal; por lo menos, aquí en México es difícil que aprendas a tocar un instrumento que no sea la flauta barroca o la flauta dulce durante la secundaria.
Al terminar mi educación media, ya había tenido contacto con un poco de rock, conocía a Guns and Roses principalmente, a los Beatles, The Doors, a unos enormes Rolling Stones, todos estos grupos formaban parte de mi repertorio. Alguna vez estuve internado en el hospital, en donde pude escuchar, en casetes, casi toda la música de los Doors, teniendo el tiempo necesario para concentrarme y poder concentrarme detenidamente cada uno de los sonidos.
Desde ese momento, supe que la música era algo que no solamente inquietaba mi ser, era ese lugar o espacio al que deseaba pertenecer.
Así, años después, armé en mi cabeza la idea y deseo de ser baterista, “¡no quiero tocar un instrumento que no sea la batería!”, me decía constantemente. Al escuchar una canción, aun sin conocerla, podía seguir el ritmo con las manos, emulando el ritmo con un descuadrado golpeteo sobre la mesa. Un día, al poner una rola de Metallica, “Sad but true” - la recuerdo perfectamente -, tendría entre catorce y quince años tal vez, me encontraba siguiendo todo el ritmo y decía: “es increíble, puedo distinguir ya varios y diferentes sonidos del mismo instrumento, ¿cómo logra hacer todo eso solamente con las dos manos?”; pero no eran únicamente sus manos, sino, también sus pies, generando una extensa cantidad de ritmos y sonidos.
Entonces, te pones a pensar y comienzas a investigar - claro, en esa época sin YouTube o sitios de contenidos -, la manera en que un baterista utiliza su cuerpo para generar todos esos sonidos, dándote cuenta, que para tocar la batería, debes utilizar las cuatro extremidades, pero también, dividirlo cerebralmente, haciendo que cada extremidad logre golpear, de forma independiente y disgregada, en diferentes tempos y ritmos, ese maravilloso instrumento, logrando una polirritmia que lo vuelve todo tan fascinante e interesante.
Te das cuenta que tu mundo ha cambiado para siempre, y reafirmas ese ferviente deseo de ser un baterista, no sin dejar de preguntarte, con arrojo y emoción, si serás capaz de tocar como quienes te han causado todas esas emociones y, de forma indirecta, te indujeron a ello. No tienes quien te guie o quien te enseñe, pero, en el camino vas descubriendo y encontrando personas que tocan la batería y que están dispuestos a darte algunas clases.
Cumplidos ya los quince o dieciséis años, me di cuenta que quería tocar la batería, pero no tenía los recursos para tener una en casa, así que tomé unos ganchos de madera, a los que les quite el alambre y convertí en mis primeras baquetas, las cuales utilice para golpear los sillones de casa cuales tambores, este fue mi primer kit de batería. Intentaba hacer algunos movimientos con los pies, un tanto descompuestos, pero ya seguía los ritmos. Recuerdo que acompañaba todo el álbum Nevermind, de Nirvana, y muchas rolas más, pretendía emular todo lo que el baterista hacía, incluso levantaba las manos en dónde debían estar los platillos, las tarolas y los tombs, simulando, evidentemente, el golpeteo en cada uno de los instrumentos inexistentes, pero que, gracias a mi acervo videográfico en aquellos extintos formatos, VHS y Betamax, pude observar videos de Dave Grohl, de Nirvana, y de algunos otros bateristas, pero también de otras bandas como Metallica y muchas más de los ochentas y de los noventas.
Algunos años después, ya con mi primera chamba, había llegado el momento en que debía tomar clases de batería. Mi primera clase la tome a los diecinueve años, cabe señalar que fue mi primera clase formal, sin embargo, no puedo dejar de lado la vasta experiencia que adquirí con mi gran batería casera, ayudándome a tener una perfecta noción de cómo hacer los ritmos y los grooves.
Me di cuenta que aquel muchacho sin escuela, empírico, con quien comencé mis primeras lecciones, simplemente tocaba. Ese baterista me enseñó a hacer el groove más básico que puedes hacer en la batería, pero directamente sobre ritmo, sin decirme, jamás, todos los detalles como: los rudimentos, como aprender a hacer singles dobles, entre otros, no me dijo absolutamente nada de eso, porque ni siquiera el los conocía. Lo importante fue que ese baterista ya tocaba, ya sabía ejecutar canciones, rolas completas de Death Metal, Death Metal Mexicano, tocaba ya el doble pedal, realizando algunas otras cosas más, empero, seguía siendo un principiante, pero mucho más avanzado que yo, y así es como me enseñó mis primeros compases.
En mi primera lección de batería, descubrí que podía aprender y seguir con gran rapidez los ritmos, declarando, según mi percepción, que desde mis primeros intentos ya tocaba correctamente. Recuerdo que acudí a uno de sus ensayos, en cuanto este terminó, me subí al entarimado para tocar la batería, haciendo lo que había aprendido en una sola lección, los integrantes voltearon, en especial el bajista y el guitarrista de la banda, para mirarme con asombro o como aprobando lo que había hecho en el escenario. Todo tenía sentido, me di cuenta de lo que era capaz y, motivado por lo sucedido, comencé a mejorar cada vez más.
Este baterista logro enseñarme, durante el periodo que estuve con él y cobrándome una mínima cuota de cincuenta pesos por clase de una hora, hasta donde podía y su conocimiento le permitió; esto sucedió hace ya veintidós años.
De ahí, decidí dar un salto y tomar clases con otros bateristas y con un par de profesores más. Después de toda esta pasarela de maestros básicos a intermedios, pero con vasta experiencia, resolví entrar a Bellas Artes. Comencé a avanzar, y decidí que ese era mi camino, noté que, independientemente de la necesidad inherente por el trabajo para poder solventar las exigencias del existir, la batería era mi pasión más fuerte en la vida, si, podría decir que la música en general, pero la el universo de la batería era el mundo en el que yo deseaba vivir.
Hoy, a veintidós años de haber tomado mi primera lección, y de haber emprendido el camino de manera formal, me doy cuenta que no sé nada y que existen un sin número de cosas por aprender. Cuando veo a otros músicos ejecutar el instrumento con mucho menos edad, con mucho menos tiempo de haber comenzado a tocar, que tocan increíble y que hacen cosas impresionantes, haciendo rolas extraordinarias, comprendo que no quiero abandonar este camino, por el contrario, deseo impulsarlos por medio de la difusión y apoyo, transmitiendo este mensaje a la mayor cantidad de personas.
Una de las visiones que tengo, es hacer que el mundo de la batería se multiplique; existen muchos más vocalistas, guitarristas y bajistas que bateristas, en ocasiones hay guitarristas que deciden tocar el bajo de manera temporal o circunstancial, incluso algunos comenzaron tocando la batería, y al cabo de un tiempo se decidieron por un instrumento melódico, pero bateristas orgánicos, que buscan serlo de manera natural, por un tema de personalidad o por un deseo o gusto primario, hay menos, muchos menos.
Podemos ver, hoy en día, bateristas que se dedican a cuatro o cinco proyectos, como muchos que conozco, incluido yo, sin embargo, deberíamos poder dedicarnos a uno solo. Dicho en otras palabras, una banda no debería estar, casi una década, o más, en busca de un buen baterista, lo que llega a suceder con mayor frecuencia de la que imaginamos. Parte de esa visión, es precisamente crecer el número de bateristas en el mundo, generando una equivalencia reciproca entre todos los músicos e integrantes de bandas.
Mencionar, también, que pude darme cuenta, a la par en que quise dedicarme a tocar canciones, que había demasiadas, y otro tanto de ritmos, lo que proponía mucho por hacer, surgiendo, aquí, uno más de los maravillosos motivos para seguir en este camino de la batería, y así sucedió que logré hacer mi primer ritmo, dándome cuenta que los grooves y los ritmos de la batería son como copos de nieve, o como las huellas dactilares, no existe uno igual; puedes hacer una simple variante de algo que ya hayas escuchado, en donde seguramente lograremos percibir ritmos o aspectos de influencia, pero habrás creado algo completamente diferente, independientemente de los años transcurridos de historia musical y tantos millones de bateristas existentes, te darás cuenta que puedes hacer algo único y genuino. Eso es lo maravilloso del mundo de la batería y de la música.
Lo que quiero decir con todo este mensaje, es el valor inmerso, y a la vez revelado, que debe ser transmitido a los millones de bateristas, y a quienes desean serlo. Es así, que el mundo de la batería nos puede llevar a cosas mucho más lejanas, creativas y elevadas de lo que podemos pensar.
La música, el ser un baterista, un artista, te proporciona disciplina, responsabilidad, coraje, tenacidad, capacidad para enfrentarte muchas cosas en tu vida, siendo todo esto muy enriquecedor, generando la combinación perfecta entre el ejercicio y el arte.
El mundo de la batería es físico, es proyección, es entrega, es una pasión que te puede llevar a trascender en un camino musical o cualquier otro, pudiendo estar en la industria o no, siendo, simplemente, un baterista que toca en su cuarto y que solamente es advertido por sus vecinos, hasta con un dejo de hartazgo, etapa de la que ningún baterista en el mundo ha logrado escapar, pero, aun así, el mundo de la batería puede aportar todo un enfoque de desarrollo personal a nuestras vidas, es por eso que considero vital la transmisión de este mensaje, pero, más aún, la acción de su propósito.
La paciencia es una virtud
"Estar preparado es importante, saber esperarlo es aún más, pero aprovechar el momento adecuado, es la clave de la vida".
Arthur Schnitzler, dramaturgo y narrador austriaco.